Paradojas de la vida, hoy Conchy Rodríguez se jubila y a su vez, es su cumpleaños.
Les dejamos con una carta que nos ha enviado.
Y PARECE QUE FUE AYER...
Y parece que fue ayer cuando llegué a mi primer colegio, con cinco añitos, con mi
maletilla de madera (me la hizo mi padre que era carpintero).
Y ahora me veo en la necesidad de escribir unas líneas porque me las pide el amigo
Jesús con motivo de mi jubilación. Pero Jesús ¿tú no sabes que lo mío no es esto, que
soy parca en palabras?
Y parece que fue ayer cuando salí de la Escuela Normal y recalé en el CN 29 de Abril,
con Juan Alberto López, por cierto que se jubiló el día 12. ¡Enhorabuena!
De ese colegio guardo gratos recuerdos. Compañeros que se ayudaban y compartían
experiencias para que a los demás también les pudiera ayudar en su práctica docente.
Me enseñaron a programar los compañeros, no la Escuela Normal.
El otro día estuve en la radio con Juan Jesús y los alumnos que colaboran con él, me
preguntaron por alguna anécdota y en ese momento no fui capaz de acordarme de
ninguna.
Pues bien, hoy les quiero contar dos que recuerdo con cariño de cuando empezaba mi
labor como maestra y les daba clase a los alumnos de octavo de EGB, yo con 19 años
con alumnos de 13. La primera: Iba subiendo las escaleras del colegio, con los alumnos
y hablando con ellos, era la hora de entrada, cuando siento que me pegan en la cabeza
y me mandan a callar. Exclamo : ¡Don Domingo! Y él me responde: Perdona, mi niña,
te confundí con una alumna.
La segunda, cuando le pido prestado a un alumno el bolígrafo para corregir y al rato le
llamo la atención por algo que hacía y me dice muy serio: Devuélvame el bolígrafo.
Muchos alumnos de esa época, hombres y mujeres de cuarenta para arriba, se acuerdan
todavía de cuando iban a casa a jugar con Pepe y conmigo al Scatextric, después de
haber repasado las lecciones de inglés.
Hay cosas que no se olvidan por mucho que pasen los años.
Y parece que fue ayer, hace treinta y tres años, cuando me destinaron a Tamaraceite.
Y aquí me vuelvo a encontrar otra vez con Juan Alberto (no sé si les he dicho que
estudiamos juntos, y nos jubilamos juntos).
Tremendo disgusto me llevé porque me tocó el turno de tarde. Pero después le encontré
ventajas a eso de tener la mañana libre.
Al poco tiempo, también vinieron mis hijos a estudiar aquí, y dos sobrinos. Mi nieta
estuvo poco tiempo con todo el dolor de mi alma.
Aquí al igual que en el otro colegio encontré muy buenos compañeros, muy buenos
amigos dispuestos siempre a ayudar y a allanarte el camino. Gente con muchas ganas de
hacer cosas con y para los alumnos.
Estupendos alumnos de los que conservo gratos recuerdos, muchos de ellos me
emocionaban cuando los veía como se desenvolvían en el escenario cantando y bailando
bajo la batuta de algún profesor que valía para eso.
¡Ah! ¿Y qué me dicen de las familias? Con algunas de ellas me he echado algunos
bailes en los festivales de esta escuela. Bendita paciencia han tenido conmigo,
nunca he salido a la hora, pero siempre estaba a las ocho y media (alguna ventaja
tenía).
Ahora que me jubilo, no quiero dejar pasar este momento sin agradecer a toda la
comunidad educativa: alumnos padres, profesores, las encargadas de la limpieza y del
comedor el afecto demostrado.
Me voy contenta porque después de cuarenta años trabajados, ya toca descansar.
Hasta siempre, porque no me van a perder de vista tan fácilmente. Un beso muy grande.
Conchy Rodríguez
Pedimos a todos los que así lo deseen, dejen su comentario para esta gran profesional y persona.
